En navegación, entre Horta (Faial) y Ponta Delgada (Sao Miguel)
Bueno, aquí estamos otra vez. Parece que fue ayer. Esta vez, los
tres fratelli. Mateo y Manuel (que viven en el extrarradio) vinieron a dormir a
casa. La velada fue muy agradable, y nos acompañaron Rosa y Diana. Aunque nos
acostamos algo tarde, tenemos que salir de autentico madrugón (había que estar en
el aeropuerto a las 06:30). La facturación y el acceso al avión se realizan sin
problemas, pero por alguna razón salimos con más de media hora de retraso. La
conexión era bastante justa, pero ambos vuelos eran de TAP, así que viajamos
con cierta tranquilidad. Al llegar a Lisboa los problemas continúan. No hay
finger, y la escalera tarda 10 minutos en llegar; autobuses de largo recorrido
(hemos aterrizado en la Terminal
2, pero nos llevan a la Terminal
1). Cuando vamos al mostrador de conexiones vemos con cierto horror que nuestro
vuelo sale de la Terminal
2, así que otra vez a pillar un autobús entre terminales. Aún así los paneles
indican en el vuelo “Diríjase a Terminal 2”. Pero cuando
llegamos nuestro avión ya no está. Lo normal. Vamos al mostrador de Tap, y nos
meten en el vuelo de las 16:50. Son las 09:30. Me quejo un poco que no haya más
vuelos, y la chica de Tap me contesta: “tiene usted suerte, este mes
hemos empezado a realizar dos vuelos al día. Antes solo había uno”. El que
no se consuela es porque no quiere. Eso si, me entrega cariñosamente tres tiques
de 6 euros para un almuerzo, y tres de 16 euros para la comida.
Como tenemos tanto tiempo, decimos irnos al centro de Lisboa,
previa paso de la consigna para dejar nuestro equipaje de mano. Mateo nos hace
de anfitrión, lo conoce bien; incluso recuerda cuando se tomaba algunas copas
de cogñac durante la Revolución
de los Claveles, en 1974. Es una pena, pues tenemos previsto venir a Lisboa en
algo más de una semana, pero estamos mejor que el aeropuerto. Primero nos
tomamos un café en Nicola, en Rossio. Luego paseamos por el barrio de Chiado, y
subimos la rua Garret. Al final bajamos al mar, y entramos por la Plaza del Comercio pasando
por el Arco y la Rua
de Augusta. Llamamos a Toño, el gran experto en Lisboa, y nos recomienda
algunos restaurantes. Al final decidimos ir al Gáveo do Mar, una concurrida y
popular marisquería. Antes, una cervecitas en el British Bar. El local tiene mesas
corridas muy juntas, y hay que levantarse para poder dejar entrar y salir a la
gente. A nuestro lado se sienta una joven y bella portuguesa con su novio. Lleva
un ceñido traje rojo, y ropa interior negra, que enseña con su generoso escote.
Nosotros, os lo podeis imaginar, nos dedicamos a los bueyes de mar, los
sepionets y el “cozido de Bacalao”, todo ello regado con dos
botellas de blanco de Alentejo. De postre, fruta; luego taxi al aeropuerto, con
un conductor hablador compulsivo, que hace el camino por el borde del mar, en
dirección al Parque de las Naciones, donde fue la Expo 98.
Como el día tenía que estar torcido por naturaleza, al llegar a la Terminal 2, después de
recoger nuestro equipaje de mano en la Terminal 1, vemos que nuestro avión tiene una
hora de retraso. Empezamos a consumir nuestros tiques con fruición (cafés,
aguas, algún gin tonic). Como nos sigue sobrando mucho, compramos sándwiches y
bebidas que nos llevamos alegremente al avión, que por cierto va bastante
lleno. Manuel y Mateo hablan sobre el cambio experimentado por las portuguesas
(bellas para Manuel, pero con cara de mala leche para Mateo); Manuel apunta que
esto no es una contradicción; también se habla de como el país tampoco parece
estar sumido en una profunda crisis.
Sobre las 19:30 hora local (21:30 en Madrid), 15 horas después,
llegamos a Horta. Nuestras maletas salen de las primeras. Un taxista nos lleva
con alegría por las carreteras de Faial. Cuando llegamos a la marina, vemos que
han movido el Irenea de amarre. Lo buscamos, y lo encontramos. Seguimos
abarloados al barco de acero de Jean Pierre, pero en el muelle, en tercera línea.
Descargamos las maletas, y nos ponemos a acastillar y estibar los pertrechos.
Todavía tenemos un poco de luz. Hacemos las camas, y cenamos en el barco los sándwiches
del aeropuerto. Sobre las 23:00 horas nos vamos al Peter. Hay bastante menos
actividad que hace un mes, tanto en número de barcos como de gente. Encontramos
mesa fácilmente. Nos tomamos un par de gin tonics cada uno, más bien dicho,
zumo de limón con tónica. Como estamos bastante molidos (son casi las 02:30
para nosotros) nos vamos al barco directamente.
A las 08:00 ya estamos en funcionamiento. Duchas, desayuno, y paseo
con cuesta incluida al supermercado Modelo. Hacemos una buena compra, llamamos
un taxi, y de vuelta al barco. Lo estibamos todo, y ya son casi las 12:30. Quedamos
con Altino a la una. Le damos unas camisetas y una botella de Ron. Nos pide que
se la firmemos, y nos despide con alegría. Yo me voy a la Capitanería, pero descubro
que está cerrada hasta las 2. Decido esperar. Mateo y Manuel se van a dar una vuelta
por el pueblo. A las dos y cuarto llega el personal. Hacemos la salida, y me
junto con Manuel y Mateo en el restaurante Medaljas. Brótola frita y “Bermello”
a la plancha. Es la hora de salir. Hay algo de viento (unos 15 nudos) pero la
maniobra de sale bien. En el canal entre Pico y Faial tenemos algo de oleaje y
casi 20 nudos, pero de la aleta de babor. Vamos con alegría por encima de los
sietes nudos. Conforme empezamos a dejar Faial por nuestro babor, el viento va
rolando, aminorando y poniéndose de proa. Al final tenemos que poner motor.
Altino ya nos lo había avisado. Casi lo ha clavado. Conforme perdamos el amparo
de la isla, volverá el viento de componente Norte.
Así que otra vez “on the road” a los lomos de nuestro
querido Irenea, esta vez en el Atlántico. La intención es recalar mañana en
Ponta Delgada, y pasar allí el lunes, para luego salir hacia Lisboa.