Amarrados a una boya en Pecorini Mare, isla de Filicudi.

Llegamos a Pecorini Mare, una pequeña población de no más de 100 casas, en la zona sur de la Isla, donde hay un istmo; en la otra ensenada se encuentra la capital de la isla.

Tenemos nuestras dos boyas reservadas. El personaje en este caso se llama Ninno Terrano. Se dedica sobre todo al submarinismo, pero gestiona un número limitado de boyas. Le llamamos, y nos indica por teléfono donde debemos ir. Después de fondear y arranchar el barco, bajamos con el gommonne. Pecorini Mare es la imagen idílica que tenemos del mediterráneo de siempre. Un colmado, una tienda, una pensión y un restaurante. En invierno unas 20 familias de pescadores; ahora en temporada alta, hay cerca de 100 veraneantes, gente joven que beben tranquilamente cervezas en su botella, y pasean descalzos junto al mar.

La pensión La Sirena tiene restaurante que está bastante lleno. Podemos reservar en el segundo turno. Todas las mesas están servidas por homosexuales. A nosotros nos atiendes una pareja napolitana muy simpática. Les decimos que mañana salimos para Nápoles, y no dan crédito. Del paraíso al infierno. Cenamos penne con carbonara de atún, y pasta a la botarga, y realmente todo está bastante bueno. Mateo se queda en el barco descansando. Luego nos vamos a tomar unas copas en el bar-restaurante. Volvemos en el gommonne en dos turnos a los barcos. Mañana salimos de regreso a Nápoles.