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Los viajes del Irenea
Amancio Macia
Tue 2 Aug 2011 17:00

En navegación, entre Gibraltar y Santa Pola.

 

Gibraltar no tiene mucho que contar. Pudo tener un pasado histórico, pudo ser un enclave geográfico de posición envidiable y muy codiciado. Nada de eso existe ya. Todo se limita a la  “Main Street”, algunas calles paralelas, las cuevas, los monos, el cañón de 100 libras, bastiones y “casemates”. Calles comerciales semidesiertas. Solo se animan un poco cuando llegan los grandes cruceros o algunos españoles despistados. Puro anacronismo.

 

El sábado, una vez amarrados, comemos en el barco; después de una siesta, baldeo y arranche, nos duchamos y nos movemos al Gibraltar Downtown. Todo está completamente muerto, solo unas pocas personas caminan por Main Street. Salimos del recinto amurallado, y vamos a la otra Marina (Queensway), pero esta peor todavía, si esto es posible. Nos tomamos unas cervezas, y volvemos hacia el Irenea. Justo a la entrada de la “Casemates Square” hay un restaurante argentino. Siempre nos darán una buena pieza de carne. Dicho y hecho. Manuel y un servidor disfrutan de su lomo bajo y su “rib eye”, pero Mateo se pide una parrillada para uno, que se le hace un poco difícil de acabar. Por lo menos el vino es un Ribera, y nos zampamos dos botellas. Nos vamos al barco, y nos acostamos bastante pronto.

 

El domingo cada uno va a su aire. Mateo se levanta pronto y comienza la búsqueda de la casa de un pariente lejano, el Marqués de Lendinez, con domicilio en Gibraltar. Parece ser que es un tema más fiscal que real, aunque al final encuentra su vivienda. Está completamente cerrada. Manuel vaguea un poco y se va al centro. Yo me quedo en el barco mirando cosas en internet y arreglando pequeñas cosillas. Ellos se juntan y se dan una buena caminata para ver una de las atracciones típicas de Gibraltar, el cañón de las 100 libras. A la hora de comer todos coincidimos. Como es el Gran Premio de F1, buscamos un bar que esté dando la carrera. Vamos a un clásico de Casemates Square: Lord Nelson. Manuel, en un perfecta mimetización anglosajona, se pide un Fish & Chips. Los demás un comemos unas ensaladas. Vuelta al barco, siesta, y otra vez a pasear al atardecer. La ciudad sigue en coma. Acabamos cenando en otro afamado pub, The Tavern. Hay música en directo. Todo muy, muy British. Nos tomamos unos gin tonics en el barco.

 

El lunes el aspecto de la ciudad cambia radicalmente: montones y montones de personas pululan febrilmente por Main Street. Ha llegado algún Ferry con miles de Turistas. En las puertas de los comercios hay carteles “Azzura visitors, wellcome. Ask for a gift”. Las furgonetas que los transportan a ver las cuevas y los monos nos acosan por todas partes. Lo tenemos claro. Gibraltar vive de este comercio, y de los visitantes españoles, que se acercan como máximo un día, y compran alguna botellita y un cartón de tabaco. Los precios son algo mejores que en España, pero nada para tirar cohetes. Cuando cierran las tiendas, la ciudad muere. Mateo se compra una cámara de fotos. Yo, algunas botellas de ginebra. Manuel, whisky y tabaco. Vamos al mercado y compramos pescado para comer los días de navegación y algún otro producto que nos faltaba. Buscamos en los foros de internet algún sitio recomendado para comer, pero la mayoría coincide: “Los Remos”, en San Roque. Finalmente vamos a otro pub, “The Star Bar”, famosos por su Steak & Ale Pie. Manuel y un servidor dan buena fe del plato. Por supuesto, con patatas fritas en cantidad. Por la tarde, la ciudad vuelve a estar desierta.

 

Nos acordamos que en Queensway Marina había un restaurante español, no tenía muy mala pinta, aunque el nombre no invitara al optimismo: “Don Pepe”. Cuando llegamos, no hay ninguna mesa ocupada. Nos sentamos con valentía. Se nos acerca un camarero español de aspecto cañí. Optamos por un poco de Jamón 5J, y unas doradas y robadallos a la espala. No esta mal, “at a price”. Como el camarero está solo, se dedica a darnos la cena: que si esta marina es la más lujosa (aunque sea “dead zone”), que si la gente compra los apartamentos solo como inversión (“algunos ni conocen el color de los azulejos de la cocina”). Que los últimos bloques de tres pisos se empezaron a vender a 1 millón de euros, pero acabaron a 4 millones de euros. También le apasiona el tema del mar, aunque le da pánico: “ni por todo el oro del mundo me monto yo en uno de esos barcos”. Nos pregunta de donde venimos: de Azores. No sabe donde están. Pero nos cuenta que su pasión es leer cosas sobre el Triangulo de las Bermudas. Nos viene a decir que el sabe que nadie se acerca a esa zona por peligrosa. Yo le digo que hay una regata que sale de Bermuda, pero no acaba de creérselo. Al final se sienta una pareja en otra mesa, y se lo indicamos. Se va presto a llevarles las cartas. Salvados por la campana. Volvemos a la Marina, y nos acostamos pronto. Ya estamos un poco hartos de Gibraltar.

 

A las 08:00, llamada general. Me voy a pagar el amarre, y Mateo a la ducha. Manuel se prepara el desayuno. A las 08:45 largamos amarras. Salimos de la Bahía de Gibraltar sorteando cargueros. Hay una ligera brisa de Poniente. Doblamos Punta Europa a las 09:27, y damos rumbo directo a Cabo de Gata. Nos cruzamos con un velero grande que estaba en la salida de la Rally ARC 2010: el “Villa Mein”. A las 11:00 se nos entabla viento de componente oeste, de 15 nudos. Apagamos motor, y vamos con toda la mayor y media génova en la banda de babor. Más tarde se nos pone de popa redonda, y atangonamos el génova por estribor, vamos a orejas de burro; vamos con alegría, por encima de 7 nudos.  Nos cruzamos con un carguero que está literalmente “parado”, parece estar esperando su momento de entrar en el puerto de Málaga. Manuel intenta pescar algo, pero solo consigue enredar la caña con el generador eólico. Lo arregla, y vuelve a sus clásicos volantís. Hemos comido una ensalada de pulpo fría, y lenguados fritos. De postre, macedonia de frutas con ronmiel. Nos vamos liberando de Gibraltar. Nos acercamos a nuestra tierra.