Amarrados
en Marina de Horta. Faial. Azores. Abarloados de 4 en el dique de abrigo.
Otra vez pensamos que vamos a tener problemas para conectarnos a la Rueda, pero esta noche
Rafael llega un poco tarde. Se le escucha como un tiro. No puede hablar con el Bravo
1, pero le hacemos de puente. Empieza a tener mejor viento, y en unos días se
le pone perfecto. Luego nos toca a nosotros. Nos comenta que hemos tenido uno
de los cruces más tranquilos que recuerda. Nosotros asentimos. Como siempre
dice él: “Ni comprado en el Corte Inglés”. Nos da un mensaje de
Ángelo: nos espera en Horta para darnos las amarras. Al final nos dice que
tengamos cuidado con las ballenas, que varios yates tuvieron impactos en la
aproximación a Faial. Luego habla con el Pakea, que espera llegar a Groenlandia
el domingo. No han tenido más experiencias con Roncuales. Al acabar, Unai le
pide a Rafael que les cuente un chiste. El le pone uno que ha recibido por
Internet. Como no se escucha muy bien, se lo repite en directo.
Noche tranquila, con el barco avanzando a buen ritmo, con el motor
a 2.000 RPM y la mayor, y el mar de popa. En la guardia de las 12 a las 3 nos encontramos con
una embarcación grande, que nos viene de proa, a una milla por nuestro
estribor. Nos sorprende que no lleve AIS. Al pasarnos por el través, nos hace
luces, y le correspondemos. Empezamos a recibior todos los ecos AIS del puerto
de Horta, y de un velero de 60
metros que va camino de Horta unas 20 millas por delante
nuestro. Cuando amanece, tenemos las islas tapadas por unas espesas nubes
negras, que conforme va saliendo el sol se van despejando poco a poco.
Como bien decía Rafael, ha sido una plácida travesía, un poco
atípica. No es normal encontrar una calma tan grande y acentuada en la mitad
occidental del Atlántico. Pero también es interesante comprobar que es el cruce
que han tenido todos los barcos desde primeros de mayo: combustible en grandes
cantidades, y unos 10 días de motor. Y también de los que viene por detrás,
como el Bravo 1. Al menos, los tres días que tuvimos a vela fueron muy buenos.
Hemos navegado 2.203
millas, lo que es una cifra impresionante, pues a rumbo
directo teníamos 2.175
millas. Esto es, solo hemos 28 millas de más. Al
final, resulta que navegar a rumbo directo a motor va a tener sus ventajas.
Hemos tardado 15 días y 16.5 horas. Hemos navegado a 5,8 nudos de media. El
Irenea se ha portado bien. En especial, nuestro querido Perkins Prima M60, que
ha trabajado a destajo: cerca de 300 horas. No se ha roto nada (raro hubiera
sido lo contrario), salvo la corredera, que un día dejó de medir millas. Quizá
solo este atascada. La repasaremos en Horta. El botiquín, otra vez sin usar,
salvo algún ibuprofeno. Ni una tirita, ni un poco de Trombocid por algún golpe.
Buena tripulación: un trío ya conocido y contrastado, con Juan,
Caula y un servidor; y una incorporación de lujo: Kiko. Al amarrar,
sentimientos de alegría y felicidad.
Como ya escrito otras veces en este blog, navegar es la sabia
combinación de “LAS TRES D”: Duda, Decisión y Destino. Nos sorprendimos
con los partes meteorológicos en Falmouth Bay. Dudamos, pues todos sabíamos
cual era la ruta tradicional de regreso, dos de nosotros incluso la habíamos
navegado. Nada parecía lógico. Y otra vez las dudas. Ya lo decía Goethe:
“Beneficiarme con vuestras convicciones, si es que las tenéis; pero
guardaros vuestras dudas, pues me bastan con las mías”. La capacidad de
obtener la información adecuada y procesarla convenientemente es sin duda la
mejor manera de tomar decisiones. Nosotros accedimos a varios pronósticos que
nos confirmaban nuestra idea de hacer un rumbo directo. Decidimos buscar y
comprar más bidones para poder llevar más combustible. Siempre es
necesario un elemento desencadenante de la decisión. Lo teníamos bastante
claro, pero está bien que alguien lo confirme: llamamos a Rafael, y nos dijo:
“Sin dudarlo, rumbo directo, 1.800 RPM, y mucho combustible”.
Theodore Roosvelt dijo: “En cualquier momento de decisión, lo mejor es
hacer lo correcto. Luego lo incorrecto, y lo peor es no hacer nada”. Al
final, sales al mar y el destino te depara lo que buscas… o lo que te
mereces. “La manera en que una persona toma las riendas de su destino es
más determinante que el mismo destino” Kart. W. von Humboldt.
Acometer una navegación de este tipo siempre tiene sus riesgos, y
estos a su vez generan miedos. Pero no podemos permitir que estos paralicen
nuestros deseos. Decía Robert Sapolsky, un neurólogo de la Universidad de
Stanford, que solo los homínidos son capaces de tener procesos preconscientes
que desencadenan respuestas de miedo. Una gacela puede estar pastando
tranquilamente; cuando sufre la amenaza del león, concentra todas sus energías
en la escapatoria. Está demostrado que diez minutos después del encuentro, la
gacela sigue feliz y contenta pastando, ya no tiene el león en la cabeza. Solo
los seres humanos podemos generar un proceso de respuesta similar al de la
gacela a raíz de un estado psicológico, de un recuerdo o de una vivencia. Por
decirlo claro, que seguramente esta noche alguien se ha desvelado en Madrid
pensando que puede encontrase un león a la vuelta de la esquina. El meollo de
la cuestión es que desencadenar los procesos de defensa para escapar de una
amenaza real durante unos minutos es el mecanismo perfecto de respuesta ante la
amenaza; pero si lo haces de forma sistemática y por razones psicológicas, si
constantemente estás preocupado por los miedos, nuestra mente ocupa muchos
recursos en las “posibles” defensas, disminuyendo nuestras
capacidad de reacción o incluso generando estrés o enfermedad. Así pues, no
suframos por lo que no sabemos; estemos tranquilos, serenos y relajados con lo
que la vida nos depara, y actuemos cuando haga falta, con respuestas en función
de las necesidades y nuestra experiencia. Si lo conseguimos, esto nos hará
infinitamente más felices a todos.