Dejamos el relato hace cierto tiempo, esperemos impulso ponernos al día con este nuevo. Como veis, he cambiado las fechas de las anteriores entradas para que se ajusten a la realidad, disculpas por no haberlo hecho antes.

En la ultima entrada salíamos de Ua Pou, en las islas Marquesas, en dirección al Archipiélago de las Tuamotus, los famosos Atolones de la Polinesia Francesa.

El día 17 de Mayo de 2.023, después de una cena ligera, levantamos el fondeo tras la puesta de sol y emprendemos las 425 Nm que nos separan del Atolón Raroia. Según los cálculos del capitán, cubrir esa distancia nos llevará dos días y medio, con lo que esperamos llegar algo después de la salida del sol del dia 20 de Mayo, con lo que tendremos buena luz para afrontar el paso (os explico a continuación) y todo el día por delante para navegar en el interior del atolón. De ahí la extraña hora de partida.

Para parte de la tripulación esta travesía de dos días y medio es la mas larga que han acometido, pero confiamos en que sus "sea legs" los mantengan firmes en el entusiasmo que todos demuestran a la hora de iniciar la ruta. También, la entrada en un atolón en velero es novedad para parte de la tripu, algo que no está al alcance de cualquiera y que han acometido solo unos cuantos miles de humanos, algunas decenas de miles, si me apuran. Y es una acción no exenta de riesgos, como explicaremos a continuación.

Los atolones son los restos de volcanes submarinos, que hace mucho emergieron del fondo del mar. En su primera fase constituían islas escarpadas, como las Islas Marquesas que estamos dejando atrás. En el transcurso de muchos años desarrollaron una anillo exterior de coral, que crecía a algunos centenares de metros de la costa, quedando interrumpido en las desembocaduras de ríos y torrentes, ya que el agua dulce impide el crecimiento del coral; ejemplos de esta islas con anillo arrecifal son las Islas de la Sociedad, la mayor de ellas es Tahiti, donde llegaremos dentro de unas semanas. Los Atolones son la siguiente fase geológica, cuando al cabo de millones de años el volcán acaba colapsando y hundiéndose, solo queda el anillo arrecife coralino encerrando una laguna, con sus "pases" allá donde los cursos de agua dulce han impedido el crecimiento del coral. 

Una vez mas vuelvo a pedir perdón por repetir lo mismo, pero para mi es un fenómeno tan sorprendente que no me aburro de contarlo una y otra vez. Los atolones tienen diferentes formas (circular, rectangular, elíptica) y tamaños (los mayores de unos 100 x 50 Km de ancho, los mas pequeños círculos de muy pocos Km de radio); la mayoría tienen uno o varios "pases", algunos practicables para mercantes de pequeño tamaño (el barco de los suministros, del que hablaremos luego) y otros solo para embarcaciones menores, como las piraguas de los polinesios o embarcaciones tipo fueraborda; otros no tienen ningún paso, el coral ha crecido y cerrado cualquier acceso, con lo que sus lagunas son impracticables. En la foto de arriba, donde se ve (casi) toda la Polinesia Francesa podéis haceros una idea (si conseguís ampliarla, claro). He dibujado una linea con nuestra ruta aproximada.

 En general la "tierra firme" tiene una elevación de 5 metros o menos sobre el nivel del mar, eso si, cubierta por infinidad de palmeras. Son rosarios de pequeños islotes conectados por arrecifes de coral, que en marea baja se secan y en marea alta quedan sumergidos. La foto de la derecha es del Pase del atolón Raroia, que se llama Pase Ngarue. La linea morada horizontal es una ayuda a la hora de entrar; ya veis que las profundidades van de 10 5 metros (azul mas claro), de 5 a 2 metros (azul medio) y de 2 a 0 metros (azul mas oscuro), la zonas verdes son arrecifes que quedan descubiertos en la marea alta y sumergidos en la baja. En esta zona las mareas tienen sobre 1 metro de amplitud. En fin, resumiendo, que hay que tener mucho cuidado y atinar con el camino, porque de lo contrario tienes problemas. No quiero ni imaginarme lo que era entrar en un atolón en la era pre-electrónica, sin GPS, sin pantallas que te van marcando la posición en la carta, en fin, de mucho miedo.

Aproximandonos a RAROIA.                                                                                                    Pase NGARUE

Para acabarlo de arreglar, las mareas llenan y vacían la laguna interior. Y ya os podéis imaginar que la mayoría del agua sale por el pase, que hace como de embudo. Y si la corriente que genera el agua al salir (o al entrar) va en dirección contraria al viento, lo que sucede a menudo, se forman unas olas cortas y pequeñas, pero muy frecuentes, que es como si metieran el barco en una batidora gigante. Los que saben dicen que hay que entrar y salir en el momento del cambio de marea y efectivamente así es; pero el problema añadido es que no cada atolón tiene una tabla de mareas y como los horarios cambian cada día, es difícil hacerlo bien. En la foto a continuación y en el video hay un claro ejemplo de como no debe hacerse, afortunadamente ALIENA tiene un motor potente y no tuvimos ningún incidente, pero intentaré no repetirlo.

El enlace al video en Youtube es  

https://youtu.be/lSRtSXbtmN0?feature=shared

Una vez dentro de la laguna el juego es otro, hay que ir con mucho ojo porque están sembrados, unos mas y otros menos, de "patatas" como dicen los navegantes, cabezas de coral a distintas profundidades, lo único que te da una pista es el color del agua y conviene llevar el sol detrás o bien alto; los colores amarillos y marrones significan "PELIGRO", la profundidad no es mayor de 1m. Os dejo una foto de alguna de las que sorteamos en nuestro camino hasta el otro lado de la laguna, al lugar donde encalló la balsa Kon-Tiki, finalizando su travesía desde Perú hasta Polinesia impulsada unicamente por los vientos y corrientes dominantes.

Desembarcamos en el atolón, no se si podeis apreciar las rayas (de color oscuro) que en manada pueblan la orilla y la tormenta, que aparecío con la misma rapidez que desapareció despues, suerte que nos pasó de lejos.

A la mañana siguiente nos trasladamos al otro lado del atolón, a la "capital".

y después de una fantástica comida a bordo desembarcamos, no adivinareis en busca de qué: Internet.

Se nota que estamos en Francia (o políticamente ahora, algo parecido) y encontramos de todo

una ermita, con su cementerio, muchas palmeras bordeando las carreteras y caminos y ¡un lujoso aeropuerto!, me pregunto cuantos vuelos semanales tiene y para que utilizan los aparcamientos, seguramente mas numerosos que los coches en el atolón.

aquí veis a nuestras simpáticas azafatas y por fin ¡Internet! y una preciosa puesta de sol.

Para que veáis que si que estamos en Francia, pero rara, os explico como llegamos al improvisado Ciber-Café de la foto. Paseando cerca del puerto, ya casi de vuelta al barco, sin haber conseguido conectar los teléfonos, a pesar de todas las SIM locales y e-SIM del mundo mundial, encontramos a un grupo de lugareños que estaban jugando ¡a la Petanca!. Preguntamos si había manera humana de conectar a internet y una señora del grupo nos dijo que ella tenia conexión, que la acompañáramos a su casa, donde nos instaló como veis en la foto, nos dio la contraseña de la red y se marchó, para !continuar jugando a la Petanca! 

¡Vive la Rupublique!

El fondeo en esa parte de la isla era limitado en espacio y había ya algunos barcos, por lo que nos tocó fondear frente al muelle donde atraca el barco de los suministros, que trae cada quince días víveres, combustible y demás necesidades desde Tahití; pensamos que no habría problema, no íbamos a tener tan mala suerte de que el barco se presentara allí durante nuestra estancia, pero si, a la mañana siguiente a las 7 de la mañana apareció y tuvimos que salir a toda prisa, con el desayuno sin acabar; aprovechando que habíamos levantado el fondeo continuamos pusimos rumbo a nuestro siguiente destino, el Atolón Tahanea.

Continuará (pronto).

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