ANTÁRTIDA - Pasaron cosas

Crónicas desde el océano
Quetu
Sat 11 Mar 2023 17:31
Viernes 10 (o sabado 11)

Estimados lectores (léase mamá y papá -si hay algún otro haga manifiesto de su presencia-) hace rato que no escribo porque la conexión satelital funciona pésimo.

No obstante, lo que ayer resumí como “esta noche hay fiesta” comprende un relato sumamente contundente:

Resulta que desembarcamos en una base de habla hispana -mantendré en secreto su identidad- cuya actividad no científica estaba liderada por las fuerzas armadas del país en cuestión. Emitiendo un juicio poco fundamentado uno podría adivinar que se trata de un ambiente solemne, serio, y lejos de la noche que procederé a relatar. Al desembarcar noté la presencia de la colonia de pingüinos hasta ese entonces más suculenta. Entrando a la base se presentía una hospitalidad latinoamericana en conjunto con el tipo de construcción patagónica que le otorgaba una imagen de hogar. Yo era la única que hablaba español, y por esto, me senté inmediatamente a conversar. Cuando les pregunté si hacían investigación asintieron con la cabeza y me dijeron que se la pasaban investigando las proporciones ideales para una buena Piscola. La siguiente escena se llevó a cabo en el parrillero con música y alcohol.

Era su fin de campaña, estaban allí desde noviembre y se adivinaba un ambiente de camaradería excepcional. Uno de ellos me contó que trabajaba en los submarinos, me quedé hipnotizada por sus historias, y principalmente sorprendida cuando mencionó que cada campaña eran 6 meses… ¡Bajo el agua! Y ¡Sin ventanas! La realidad se alejaba de lo que hubiera identificado como interesante de trabajar bajo el agua, y mas sabiendo que no tienen ningún tipo de comunicación (al no poder acceder a ninguna red satelital) con el mundo exterior.

La segunda conversación interesante fue con un navegante de la zona de Chiloé y la octava región que me recordó todos aquellos nombres que me tenían enamorada cuando, diez años atrás, hice un viaje sola por esos lares. Y una cosa lleva a la otra y al poco rato estaba entablando una conversación con el enfermero que se desencadenó a partir del primer auxilio para la intoxicación por marea roja -sí, incluso con unos piscolas encima suelo desarrollar este tipo de conversaciones- y terminó en un paso a paso detallado de como abordar la situación, y un “souvenir” de hidrocortisona inyectable y una cánula orofaríngea.

La vuelta estuvo desafiante. Tuve que encargarme de un grupo en el zodiac que con marea alta y de noche la aproximación se había convertido en un verdadero laberinto. Me sumergí hasta la cintura, me caí un par de veces arriba de alguna roca, subí a los pasajeros al zodiac, y de vuelta a casa. Debo admitir que en ese estado me costó incluso distinguir las luces del barco fondeado a lo lejos. Pero confío en mi misma incluso con bebidas espirituosas circulando por mi cuerpo.

Supongo que para este entonces han adivinado la nacionalidad de nuestros hermanos lationamericanos que nos han acogido con amor en su base estival en alguna bahía paradisíaca de Antártida.

Gracias por todo a todos. Desde el polo sur,
Enriqueta.