Jero, the Hero

Crónicas desde el océano
Quetu
Wed 11 May 2022 20:54
Miércoles 11 de mayo

16•02.889’N
034•37.494’W
COG- 001
SOG- 8,5
TWA- 67
TWS- 18
Velas: Yankee + Baby + mayor con un rizo

-
“Todos los males han de ser juzgados pensando en el bien que traen consigo y en los males mayores que pueden acechar.” Dijo Defoe. Y así fue esta madrugada, la que amanecí con mucho dolor de garganta por dormir debajo del ventilador, y que entonces Sasha me dejó dormir dos horas más hasta que mi presencia fue indispensable y así como me levanté fui derecho al timón: Se había roto el piloto automático. Ah! Qué momento. Eramos conscientes que la situación no era grave pero aún faltan 15 días para llegar a Azores y hasta hace unas horas solo Sasha, Nikita y yo sabíamos timonear. Desayuné con una mano en la rueda y otra en la taza con “Gretcha”, un cereal ruso que me hicieron probar y desde entonces estoy fascinada. Sasha caminaba por el barco y cada tanto se sentaba, frustrado, sin encontrarle solución al problema. Cuando Miky, nuestro cocinero, se levantó le enseñé a timonear previendo la situación, esto me dio unos minutos de descanso después de unas 6 horas mirando al horizonte.

Cuando prendí el teléfono tenía un mensaje en el Inreach de Mati I. que decía que estaba cerca del Deriva, un barco amigo cuya amarra estaba enfrente de la mía en Punta del Este. Me ilusioné con la idea de cruzarlo y al menos intercambiar algunas palabras por radio pero entendí inmediatamente que ese “cerca” era relativo a la superficie donde nos estábamos desplazando.

El día transcurrió al timón mientras Nikita, Jero y Sasha trabajaban para buscar el problema, no era muy motivante timonear este camión con acoplado pero cuando la velocidad alcanzaba los 9 nudos era como un mimo al alma, tanto que terminé dialogando con él para que nos de una pista de lo que estaba pasando. Pero nada era efectivo y desarmaron el relé, y la electroválvula, y llamaron por el teléfono satelital a uno y a otro y después de 20 horas, parecía no haber solución para el asunto. Mientras tanto Jero en silencio se puso a tocar unos cables del tablero, sigiloso como es él, investigó meticuloso hasta la última hebra de cable que conformaba el sistema. “A ver probá ahora.” Me dijo. Y cuando escuché el hidráulico pegué un grito heroico tan fuerte que me recordó que ese día había amanecido con mucho dolor de garganta.

Los minutos siguientes fueron festivos, Sasha sacó su “Salty fish” (pescados voladores secados en sal) con cerveza y festejamos de los placeres que nos proporciona la bendita tecnología y los que, ahora más que nunca, aprendimos a valorar.





JPEG image