Lo que estábamos buscando

Crónicas desde el océano
Quetu
Tue 28 Jun 2022 04:18

¿Cómo explicar con palabras lo que ni un pincel ni una foto pueden expresar? La navegación por los sinuosos pasillos del Icefjord no se podía mejorar ni con la imaginación. Surcamos los canales formados entre los icebergs que cortaban el agua con escandalosos paredones blancos. Arrugados y monstruosos, cada uno ofrecía un dramático escenario donde bailaba la insignificancia de la vida. No solo por su tamaño, sino porque si alguna pequeña grieta llegara a abrirse al punto de romper el hielo, al caer al agua se produciría una ola tan grande que nos dejaría incrustados en algún lugar.

Su blancura y su silencio, interrumpido por un lejano sonido a gotas de agua, se combinaban con un olor siniestro y una temperatura gélida, queriendo generar con todos los sentidos una advertencia de peligro para aquel ser humano que se acerque a ellos. Pero quien no arriesga no gana, y allí estaba el Aurora, metiendo sus narices donde no corresponde, explorando los laberínticos hielos más inmensos del mundo. No había carta que nos marcara el camino, los Icebergs se mueven todo el tiempo. No había pronóstico que pudiera advertir el desprendimiento del hielo, sin embargo yo sabía que si me tocaba morir de ese modo, en aquel campo blanco me quedaría para siempre.

El miedo al peligro es mil veces peor que el peligro mismo, pero ningún hombre debería despreciar sus presentimientos ni las advertencias secretas que a veces recibe, aun en momentos en los que parecería imposible que fueran reales. Sin embargo, mis ojos destellaban ante la inmensidad del paisaje y los variados matices, soñaba con poder tocar esos acantilados blancos y sumergirme en un mundo onírico donde mi más profundo temor sería compensado con el recuerdo eterno de la imagen más hermosa. La forma caprichosas de aquellos monstruos seductores me poseyó de una manera brutal, y la hipnótica hilera de esculturas de hielo mantuvo mis párpados abiertos hasta el cansancio. Hasta que finalmente la naturaleza, como agotada y extenuada por mi obsesión, me arrojó en un profundo sueño.