ANTÁRTIDA - La blancura de la ballena

Crónicas desde el océano
Quetu
Mon 6 Mar 2023 21:25

Navegamos de noche desde King George Island rumbo a Decepción, mencionada isla en los libros que describen la zona. Mi guardia empezó a las 3am, y gracias al Wifi proporcionado en la base rusa pude descargar algunas cumbianchas. Amanecí bailando sola en el cockpit, simulando que la mesa de navegación era una bandeja de Dj y detrás el público (la mayor, staysail y genoa) bailaban al compás de mis canciones. Por supuesto nada de eso era cierto, el paisaje yacía inmóvil, petrificado detrás de la proa.

Los primeros claros de luz dibujaban el contorno indistinguible de una isla a mi estribor. Aún no podía discernir si lo que veía eran nubes o montañas, hasta que progresivamente fue apareciendo lo que a continuación voy a relatar: el claro de luz se asomaba tímidamente a babor del Bazileus, del otro lado, una penumbra dejaba ver algo que muy lentamente cobraba vida sobre el cielo oscuro de tormenta. Era una montaña sí, pero nunca jamás, ni siquiera en los sueños, ni en mis más surrealistas dibujos habría imaginado semejante figura. Era una montaña blanca, y cuando digo blanca no me refiero a que estaba simplemente nevada. No se asomaba ni un metro cuadrado de tierra, ni una roca resbalaba por sus laderas empinadas. Nada interrumpía aquella blancura inmaculada. Y conforme iba amaneciendo pude adivinar su forma. Agarré los binoculares y pude comprobar lo que pensaba; era una isla entera, toda blanca. Me quedé hipnotizada, pensaba que las cosas más temibles de este mundo son blancas; el oso de los polos, el tiburón blanco, la blancura de la ballena, y aquella montaña. Era siniestra, mortalmente atractiva, y tan solo era el vértice de la isla de Levington, homónima del más temible pirata de La Isla del Tesoro.

Pensé también que algún día, con mucha práctica y determinación, podría volver a escalarla, y que seguramente nunca nadie la subió.

También vi pingüinos, focas, petreles, Skuas, albatros y varios animales hermosos, pero ustedes saben que me sorprenden otras cosas de la naturaleza. Lo que justamente no sabría que encontraría…

Al poco rato ingresamos a la bahía de la isla Decepción, llamada así por su angosta entrada. La misma es la caldera de un antiguo volcán. Cuando la marea está baja se pueden ver las fumarolas, y una antigua base ballenera forma los monumentos históricos preservados en la zona. Es impactante ver aquella base, los quemadores, y los antiguos barriles mal sepultados por la arena. Seguramente pensaron que nadie volvería allí, y sin embargo acá estamos.

A los pies de un cerro se logran distinguir dos carpas, cuyos científicos invitamos a cenar esta noche. Y un poco más allá hay un camino hacia la cumbre de un cerro. Y por supuesto si hay un camino (o aunque no lo haya) y hay un cerro, Enriqueta va a subirlo. Era sencillo, más no era seguro. Se veían las huellas de las rocas que rodaron sobre la nieve, y sobre un sector el “camino” transitaba el borde de un acantilado intimidante. Una hora y media me llevó subirlo, a ritmo tranquilo, hasta la cumbre del cerro y luego un filo me seducía a seguir. Pero hay que saber cuando decir basta, estaba sola, sobre las nubes el horizonte se había cerrado, y no llevaba nada conmigo más que un chaleco autoinflable.

Pero no se preocupen porque todo esto quedó filmado, incluso con Drone. Incluso plasmado sobre mi bitácora antártica y todos los firuletes. Ahora aquí me encuentro esperando a los científicos para mañana poder, nuevamente, transmitirles otras historias.

Hasta luego! Gracias por compartir estas aventuras!