Café con Icebergs

Crónicas desde el océano
Quetu
Thu 16 Jun 2022 22:28


La luna brillaba sobre un horizonte donde flotaban los últimos velos de una niebla que rápidamente se levantaba. El cielo, que nunca llegaba a oscurecerse, teñía el contorno de los fiordos de color azul. Sobre aquel mar indefinido emergían esculturas itinerantes, luciendo un blanco brillante que destellaba con la luz de la luna detrás de mi taza de café. 

Pasamos la noche fondeados entre unos fiordos que alojaban unas aguas termales agrestes. La tarde anterior habíamos bajado a tierra con nuestro dinghy y los recursos necesarios para preparar un vino caliente con especias mientras el tibio charco burbujeante bañaba nuestra piel. La temperatura exterior era hostil, pero sin dudas mi alma era incapaz de perderse una experiencia semejante. 

Hice una pausa para entender donde estaba sentada; cuántas veces había viajado con mi imaginación hacia este sitio, cuántas había soñado con una experiencia así, y allí me encontraba en ese preciso instante, saboreando las dulzuras del destino, disfrutando de mi vida como a un caramelo. 

Todavía no llegamos a Ilulisaat y los Icebergs ya son más grandes que mi propia casa. Dicen que allí son tan inmensos que a los de acá los llaman “hielos”, y me pregunto si serán más grandes que la Isla Gorriti, Flores, o todo el departamento de Maldonado junto. Pienso que serán tan enormes que con uno solo podríamos unir Buenos Aires con Colonia para cruzar caminando. Pero tal vez sean mucho más voluptuosos debajo del agua y nunca puedan entrar en nuestro estuario. 

De cualquier forma es un espectáculo verlos romperse y luego, por un desequilibrio físico, girar sobre su propio eje. Esto hace que cambien de forma insistentemente, y una vez finalizada la obra, todo vuelve a un estado de infinita quietud.