Un rescate exitoso

Crónicas desde el océano
Quetu
Sat 14 May 2022 21:48
Sábado 14

Comenzó el día con una mañana calurosa, el cielo despejado se reflejaba sobre un océano quieto y tranquilo. Navegábamos a vela con una brisa suave que se dejaba respirar con inhalaciones de meditación, de fin de semana.

Ayer a la noche se me había ocurrido hacer ñoquis caseros con las últimas papas frescas. Mientras estaba en la cocina Nikita y Sasha aceleraron el motor, y al hacerlo pude identificar un extraño sonido en el eje que les notifiqué inmediatamente. En respuesta a eso, hoy al terminar nuestro desayuno bajamos las velas y nos tiramos al agua. Algunos a revisar el eje, otros a columpiarse con la driza del spi mientras el barco se balanceaba con la mar de fondo. Jero, según cuenta Nikita, se pasa las guardias hablando de como pelear con tiburones. Fue el momento perfecto, mientras hacía la plancha, para que Nikita le tirase un churrasco crudo en la cara al grito de “Jero, para que puedas pelear con tiburanes” en un español mal hablado. El pobre se levantó asustado y nadó hacia el barco lo más fuerte que pudo. No se si me reí de la broma o de lo adorable que se veía Nikita con su camisa hawaiana y sus anteojos Chanel, -un look que oscilaba entre vagabundo y surfista- hablando un español desafinado y gracioso.

El asunto fue que cuando nos estábamos yendo de nuestro natatorio vimos una red de pesca flotando. Fue difícil acercarse a motor pero cuando pudimos estrechar la vista, logramos distinguir una tortuga enredada luchando por su vida. No lo dudamos, nos tomó media hora acercar el barco entre una y otra maniobra pero cuando pudimos agarrar la red con el bichero, nos hicimos la misma pregunta: ¿Y ahora qué?. Sasha se colgó del barco con un arnés y comenzó a cortar los cabos mas gruesos como pudo mientras yo armaba una cinta para levantarla. Una vez que logramos apoyarla con su caparazón sobre la cubierta del barco comenzó la tarea difícil.

El animal estaba estrujado en líneas de pesca, tanto por el cuello como por una de sus patas. Me hice responsable de cortar una por una de las vueltas que estrangulaban sus miembros, conté 32. Me daba arcadas ver como, cuanto más profundas y ajustadas iban las tanzas, más roja y muerta tenía la piel. Principalmente de su pata izquierda, la que considero que habrá perdido por completo.
Una vez terminado el operativo la devolvimos al agua. La satisfacción de verla nadar hacia lo profundo no puedo expresarla, fue un momento hermoso.

Recogimos la enorme red y la amarramos como Ulises al mástil. Para que preceda a nuestra exitosa odisea, las consecuencias del comportamiento humano.

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