Proa con sal

Crónicas desde el océano
Quetu
Fri 13 May 2022 17:36
“¿Por qué casi todos los muchachos sanos y robustos, con alma sana y robusta, se vuelven locos un día u otro por ir al mar? ¿Por qué, en vuestra primera travesía como pasajeros, sentisteis también un estremecimiento místico cuando os dijeron que ya no estabais a la vista de tierra? Por qué los griegos le dieron una divinidad aparte, un hermano del propio Júpiter? Cierto que todo esto no carece de significado.

Y aún más profundo es el significado de aquella historia de Narciso, que, por no poder
aferrar la dulce imagen atormentadora que veía en la fuente, se sumergió en ella y se ahogó. Pero esa misma imagen la vemos nosotros mismos en todos los ríos y océanos. Es la imagen del inaferrable fantasma de la vida; y ésa es la clave de todo ello.”

Todo lo que pueda escribir después de este solemne párrafo de Melville parece trivial. Qué decir, si puedo recitarlo sin leer, y se me viene a la mente cada vez que contemplo el horizonte. Este y tantos otros, de Melville, Defoe, Hemingway, Verne, Stevenson, no importa cómo, siempre una de sus reflexiones me hablan como queriendo mostrarme, por si todavía no lo había visto, el dichoso camino.

Pero la literatura no es todo, la vida misma es un cuento si podemos narrarla a base de aquellos momentos reveladores en los que la mente se esclarece y nos envía un mensaje. Hay que saber escucharla, no es más que nuestro propio conocimiento pasado formulando una respuesta para el presente.

La proa se divide del resto del casco con una compuerta estanca. Es un compartimento oscuro y oxidado, huele a herrumbre y cabos mojados, escenario de las peores pesadillas. Allí estibamos los packs de agua en Itajaí y por mi tamaño fui yo misma quien los ordenó prolijamente uno al lado de otro. Era inminente que en algún momento íbamos a tener que abrirla para recurrir a esos packs y el momento vino acompañado de una sorpresa un poco escalofriante.
Y aquí es cuando digo que a la mente hay que saber escucharla, y que si la proa se divide con una compuerta de acero de 30cms de espesor con una rueda que la hace estanca y adentro está muy oxidado, es porque o bien diseñaron al barco para que pudiera navegar con la proa agujereada, o bien porque previeron que podría entrar agua por algún herraje del brazo de fondeo.

Y la secuencia entonces fue la siguiente:

Sasha giró la rueda de la puerta estanca, bajó la manija, y un baldaso de agua con presión lo bañó y dejó sentado sin saber si reirse o preocuparse. Por suerte ese agua fue directo a la sentina y las bombas de achique hicieron lo suyo. Pero, sin lugar a dudas luego de la paliza laboral de ayer queda por descifrar el misterioso caso de la entrada de agua en el compartimento de proa.

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