29.JUL.11 - POS.- 36 37 00 N 07 17 00 W TIME 20:00 UTC

Los viajes del Irenea
Amancio Macia
Fri 29 Jul 2011 19:00

En Navegación, entre Lagos (Algarve, Portugal) y Gibraltar.

 

Como dice Montse, el Algarve tiene una buena campaña de comunicación. Muchos lo relacionamos con naturaleza salvaje y playas de óptima calidad, pero sin masificación excesiva. Algo así como Cerdeña. La realidad es bien distinta. Será por que el aeropuerto de Faro está dominado por Ryanair y Easyjet, será por esa capacidad anglosajona de expandirse por los destinos de sol y playa, podríamos afirmar que el Algarve está tomado por los ingleses. Y la capital de esta dominación es Lagos.

 

El primer día, comemos en una especia de restaurante – espectáculo, instalado en una amplia nave, la “Adega da Marina”. Está hasta los topes, y hay cola en la calle. Una tuna portuguesa actúa dando saltos y sonriendo con alegría. Nosotros nos vamos a tomar una cañita primero a otro bar, pero luego volvemos. Como es un poco tarde, hay algo de sitio. Pescados y Lulas (calamares)  grillados. No nos gusta mucho, pero es barato. Podríamos decir que es el McDonalds de la comida portuguesa.

 

A última hora de la tarde llega Montse. Damos un pequeño paseo por el pueblo, alucinamos de la cantidad de gente por las calles, los mercadillos, los manta, y la variada oferta hostelera; “brakfast all day”. Vamos por recomendación al “Cantinho Algarvio”. Mateo pide una sapateira (un buey de mar) pero llega medio vacía. La camarera algo abochornada le explica que siempre es una pequeña tómbola: “Si quiere, le traigo algo de comer”. Los demás damos buena fe de Chernes y Corvinas. Nos gusta el sitio. Volvemos paseando a la Marina, y nos tomamos algo en el que será nuestro bar de referencia: el Sothwest, que es el anexo a una compañía de alquiler de barcos del mismo nombre. Por supuesto, no entienden casi el portugués, y tenemos que hacer todas las peticiones en el idioma de Shakespeare.

 

El martes nos dividimos. Montse y un servidor nos vamos a una playa. Finalmente optamos por la de Luz, un pueblo a 8 kilómetros de Lagos. En la guías indica que es una playa familiar, y se cumple. Hay bastante gente y muchos niños, pero pocos guiris. El agua esta helada. Por la tarde regresamos a Lagos. La gente de Sopromar está en el barco arreglando el piloto. Tienen algunas dificultades para extraer la vieja unidad motriz, al final lo consiguen. Les faltan unos tornillos más largos, quedamos en acabar la instalación al día siguiente por la mañana. Cogemos el coche y nos vamos todos a cenar Portimao. Nos parece un pueblo básicamente feo, muy al estilo Santapolero. Encontramos los típicos restaurantes de sardinas, y nos ponemos a ello. Además, nos comemos una gallina (Rascasso) de dos kilos. Pedimos que la hagan poco, que sepa a pescado, y lo cumplen. De vuelta a Lagos no perdonamos nuestras copas en el Southwest.

 

A la mañana siguiente, cuando el mecánico acaba la reparación en el Irenea, nos desplazamos en coche a Faro, la capital. Nos gustan el viejo recinto amurallado, y las calles comerciales empedradas. Mateo compra una mantelería, y le da ceremonia al tema. El tendero se queja de que Faro no tenga una buena marina. Esta en una zona de marismas, y el acceso no es fácil. Comemos en un restaurante “elegante” del centro histórico, “Faz Gostos”. Buena y abundante comida a precios razonables. Servicio impecable. Solo atienden tres mesas. A la vuelta de Faro decidimos descansar un poco, y acercarnos al Cabo de San Vicente a ver la puesta del sol, un “must” del Algarve. Por supuesto, llegamos tarde, cuando el sol ya se ha puesto. Hay todavía un poco de luz mágica. El paisaje es impresionante. Hay viento y hace frío. A nuestro alrededor grupos de españoles discutiendo: “ya os lo había dicho, teníamos que haber salido antes”. Nos vamos a Sagres, donde Henrique el Navegante tenía su escuela para la enseñanza de la astronomía y navegación. Según parece, los estudiantes hacían vida monacal. No es nuestro caso, y empezamos a dedicar tiempo a ver en que sitio podemos cenar dignamente. Después de varias vueltas, acabamos en “O Telheiro do Infante”, un restaurante al borde del mar con su propio vivero de Marisco. Mateo pide un calamar, se lo traen achicharrado y se queja amargamente. Manuel y un servidor optamos por una Raya guisada con ajo y patatas. Buena, pero con exceso de aceite. Montse toma una caballa a la plancha. Todos comentamos que el tute de comida que nos estamos dando es serio. Hay que compensarlo con varios gin-tonics en el Southwest.

 

El jueves Montse ya tiene que volver a Madrid vía Faro, y pensamos en acercarnos a algunas de las playas cerca de Lagos: bien a la Meia Praia, una amplia y larga playa, o bien a las pequeñas calas de la zona de Ponta da Piedade. Pero el día amanece ventoso y nublado. Decidimos caminar un poco por el centro de Lagos. Pasamos por la Praça Gil Eanes, el centro neurálgico de Lagos. La preside una escultura de Dom Sebastiao, de muy dudoso gusto. A Mateo le parece un ninot de una falla. El personaje fue famoso por preparar una expedición para cristianizar el norte de Marruecos. Reunió 18.000 hombres, pero solo volvieron 100. Y encima le hacen una escultura. El pueblo es bonito, pero la saturación de guiris por metro cuadrado es importante. Los bares, llenos a todas horas. Nos acercamos hasta el bastión que protege la entrada del puerto, junto al rio Bensafrim. Sobre las 14:00 horas Montse se despide camino de Faro, y nos juntamos los 3 Fratelli en el barco. Mateo llega de hacer la compra en la Lonja de pescado. Dos salmonetes grandes y medio kilo de percebes. Y un sapateira, por supuesto. Damos fe de todo ello con una botella de vinho verde Gatao. Descansamos un poco, arranchamos el barco, hacemos la compra, y nos vamos a dar una última vuelta por Lagos. Compramos compulsivamente en una tienda de cerámica, y pasamos por una licorería. El tendero nos recomienda cenar en “Dois Irmaos”. El sitio nos gusta. Manuel y yo nos pedimos un clásico de la cocina Portuguesa: una “cataplana” de pescado. Es una sopa de tomate, pimiento y cebolla, con porciones de diferentes pescados guisados en su jugo. Se puede cerrar para que todos los vapores del guiso se concentren en el interior. Mateo se toma una sapateira. Pasamos por el Southwest por última vez, y al barco. Hace fresquito, se duerme a gusto.

 

A las 08:00 ya estamos todos en movimiento, y a las 09:00 pedimos por el Canal 9 que nos abran el puente de salida. Hay algo de niebla. Conforme nos alejamos de Lagos, cada vez se espesa más. Vamos con cuidado, atentos al radar, al AIS y con observaciones constantes en cubierta. Hasta las 16:00 horas no despeja. No hay casi viento, vamos a motor. A última hora nos entran 10 nudos del W, y sacamos todo el génova, pero seguimos apoyando con motor. Nuestra idea es pasar mañana el Estrecho, y recalar en Gibraltar o en La Linea. Ya veremos.

 

No teníamos pensado recalar tanto tiempo en el Algarve, pero los planes cambiaron al no poder ir a Lisboa. Estamos seguros que debe haber algunas zonas especialmente interesantes (quizá la Costa Valentina o Tavira), pero es difícil que no encuentres a un buen grupo de señores de Liverpool o Manchester a tu lado. Españoles, sobre todo cuando más te acercas a Huelva, también en cantidad. Por lo menos, nos los hemos trillado bastante; no pensamos volver en algo de tiempo; como dicen los ingleses “Done & Dusted”.